ESTE ES TU ESPACIO DE CREACION PERSONAL Y GRUPAL
ESPERAMOS QUE ESTE SEA
EL LIBRO DE RUTA QUE ESCRIBAMOS JUNTOS.
BIENVENIDOS A LA CLASE DEL TALLER INTEGRAL 1, AÑO 2009.
LIC. FERNANDA RASCHI Y LIC ROMINA PEREYRA

viernes, 29 de mayo de 2009

GRACIAS POR TU VISITA

JORGE LLUGDAR VISITO LA CLASE DEL TALLER INTEGRAL


Gracias a la buena voluntad que tuvo Jorge Llugdar, fotógrafo y acerrimo defensor de la Vida Silvestre, pudimos disfrutar de su archivo fotografico sobre la Ciudad de La Banda. En esta oportunidad los presentes recorrimos gracias a la fotografía la antigua ciudad de La Banda y la actual; el fotógrafo explicó sobre el punto de vista con el que tomo cada imagen y el contexto o momento histórico.
Gracias Jorge ¡Un amigo!.
Las profes y los alumnos.

RECOMIENDO LEER A UN PERIODISTA AMIGO


La siguiente página es interesante, porque es más itneresante quien la escribe: Juan Manuel Aragón es quien nos deslumbra todos los dias con sus artículos en la contratapa del Nuevo Diario, algunos dicen que no entienden lo que escribe, sera porque cuando uno expresa sus pensamientos, es dificil plasmarlos en un papel? Espero sus opiniones.
Haaa!!!! lo del arma en la foto, creo que es, porque no solo es cazador de noticias, jajjajaja, pero que no se entere nuestro amigo Jorge Llugdar (el amigo fotógrafo invitado a la clase del jueves pasado) porque se va a ofender si atacan la vida silvestre. Pero que paradojico si en la vida real se estiman un montón... Para reflexionar no?.


PARA QUE LO CONOZCAN MAS LES RECOMIENDO LEER ESTE ARTIUCLO PUBLICADO EN LA PAGINA WEB



La Literatura de Santiago del Estero



Escritores santiagueños

Juan Manuel Aragón (h) nació el 13 de junio de 1959 en el sanatorio Pasquini, de Tucumán. "Estudié hasta tercer año de abogacía y abandoné", cuenta el escritor. "Hasta los tres años viví en Tucumán, luego mi familia vino a Santiago, primero en el barrio San Martín, de La Banda y luego en el pasaje Figueroa. Mi primaria íntegra la hice en la escuela Enrique Wollman, de Ledesma, Jujuy, donde se mudaron mis padres por cuestiones de trabajo y desde los 11, de vuelta en Santiago y en Sol de Mayo, departamento Jiménez. Mi mujer se llama María Marcela Santillán y tengo una hija, María Celia. De las dos estoy profundamente enamorado, por supuesto." Santiago Cultura entrevistó a Juan Manuel Aragón (h): Pregunta: ¿Cuáles son los temas sobre los que te gusta más escribir?Juan Manuel Aragón (h): Ah, me encanta escribir cuentos. No sé si lo hago bien o mal, supongo que no muy bien, si los comparo con otros escritores de aquí nomás a la vuelta, como quien dice. Pero me encanta. Con la poesía nunca me he metido, salvo una vez, que copié unos versos de Poesía 69 y se los mostré a una chica para impresionarla. A la chica le gustaron tanto que se los llevó a la madre que luego me descubrió. Desde ese entonces, no intento hacer ni un verso. El cuento, me parece, es un divertimento para escritores menores, como yo, que no se animan a encarar la gran obra de una novela. De hecho, algunas de mis narraciones, según me han dicho algunos, son un buen comienzo de novelas. Está bien, reconozco que hay grandes autores que sí escribieron cuentos, Borges y Poe serían solamente dos nombres de una vasta galería. Pero eso no invalidaría el hecho, digo yo, de que sea una literatura menor. Los temas los saco de adentro, de lo que me ha pasado, de lo que no me ha pasado he imaginado que podría pasarme y, algunas veces, de narraciones de los amigos, cosas que te cuentan los amigos, anécdotas. Lo único que pretendo es no dejar una enseñanza moral ni nada parecido. Pretendo que el cuento sea cuento y que no tenga hilación con lo que pasa en el mundo ni una moraleja al final. Los cuentos con moraleja me producen náuseas.P.: Cómo empezaste a escribir cuentos...R.: Empecé de casualidad, porque me gustaba escribir y creía que algunas cosas que había vivido, podían contarse de una manera bella, que agradara a los otros. Como me gustan las historias mínimas, me propuse hacer que anécdotas triviales como las que suceden cuando uno es niño, se embellecieran con la literatura, con el encadenamiento armonioso de las palabras, unas tras otras, produciendo placer en quien las leyera. Nunca he querido contar una gran historia, batallas navales, catástrofes naturales, graves dramas psicológicos, no, nada de eso. Aunque me gusta leerlos, claro, de vez en cuando. P.: Por favor, hablanos de tu papá y de una obra de investigación científica que él escribió.R.: Aparte de unas efemérides que publicaba en el diario El Liberal, mi padre escribió dos obras que le llevaron mucho tiempo. Una es su diccionario astronómico, al que tituló "Ad sidera visu...". Lo escribió de 1978 a 1999. Más de veinte años investigando sobre astronomía en los libros de divulgación que era posible consultar en Santiago, incluidos los de la biblioteca 9 de Julio. Comenzó con un pedido de los Amigos de la Astronomía, que editarían una revista y querían publicar un diccionario de una o dos paginitas. La revista no salió, pero a medida que avanzaba en sus investigaciones, se iba dando con que el diccionario engordaba cada día más. Trae no solamente las definiciones habituales en este tipo de obras, sino también el significado etimológico de algunas palabras, las biografías de los astrónomos más conocidos y algo de astrología también. La otra obra: ordenó los cuadernos de Julián Cáceres Freire, conocido antropólogo de origen riojano, que recogió dichos y cantos folklóricos cerca de Salavina, a fines de la década del 30. Con eso hizo un libro en el que también hay un diccionario de las palabras más usuales del quichua santiagueño. P.: Hablanos de tu libro...R.: Platita comenzó como un juego. En el Nuevo Diario me encomendaron que escribiera un cuento de una página por semana para un suplemento que mandaban a Buenos Aires. Tenían que ser asuntos santiagueños, para los comprovincianos que viven allá. Pero, un jefe de redacción me encomendó que no fueran cuentos muy folklóricos porque del quimil y el rancho ya se ha dicho todo. Entonces me acordé de los cuentos que circulaban de boca en boca en mi familia y en algunas familias del campo que he conocido. A mí me llevaron a Sol de Mayo, en el departamento Jiménez, cuando tenía seis meses de edad. Y he vuelto a ese pago desde entonces. Debo decir que para mí, ese lugar de mi infancia y adolescencia significa y significó muchísimo. Siempre he considerado que pasar mis vacaciones en otra parte era perder el tiempo. Cuando mis amigos contaban que habían pasado en Mar del Plata o las sierras de Córdoba yo pensaba que eran unos tontos, que no sabían lo que era tener unas vacaciones como la gente. Así que era cuestión de ponerse a recordar esos tiempos. A esos cuentos le agregué otros que había escrito antes y algunos, como Platita, que me contó el amigo Isabelino Cuenca, de La Banda. Tengo que decir que hoy me avergüenzo de ese libro, pues cada vez que lo abro, en cualquiera de sus páginas, hallo cosas para corregir, agregar, suprimir. El resto de mi obra son más cuentos, algunos editados en algunos sitios de internet, otros en revistas alternativas de Santiago y Buenos Aires y otros inéditos del todo, a los que todavía les estoy dando vueltas, a ver si tienen algo para mejorar. Y mis notas "De última", en el Nuevo Diario a las que que, desde que tengo un blog, voy pasando, como una manera de tenerlas listas, por cualquier cosa. Es una nota por día y cuando salgo de licencia tengo que escribir todas las que saldrán mientras yo no trabaje en el diario, pero no me pesan, aunque algunos días me faltan asuntos que tratar. P.: Contanos tus proyectos literarios...R.: Escribo mucho todos los días pero no tengo proyectos. Lo que sí tengo son sueños literarios, como escribir todo el día sin tener que laburar para comer o tener una supercomputadora en casa y dinero para suscribirme a algunas enciclopedias de internet, hacer una revista sobre geografía santiagueña, a la manera de la publicación National Geographic, de la que he comprado todos los números desde que sale en español y dedicarme a la fotografía sin importar el dinero para el rollo de película o tener una máquina digital de las buenas, algo que por ahora me es imposible.

Cuenta Cuantos Cuentos

De Walter Carabajal Alías: Rafael
(cuentos cortos).

CUENTO II
“Una incertidumbre inconsciente y consciente a la vez”
¿Quisiera saber qué se siente estar parado a casi treinta y nueve metros de altura?. Pues siento nada, es como que no me importase ni siquiera si respiro o si sigo parado allí. Ubicado en la cornisa de un edificio, y por lo visto el más alto.
No quiero moverme, ni tampoco seguir allí, ya que podría caer y no creo que el golpe sea liviano. Pero lo que pasa es que me siento vacío, sin nada que hacer, ni una meta a donde llegar, ni un objetivo, o lo peor, no encuentro ni siquiera obstáculos en el supuesto paradigma del costo de vivir.
Ya dije basta, fuera el andar de aquí para allá sin tener humor, basta de trabajar, cobrar y pagar impuestos sin disfrutar nada. Basta de discusiones con ésa mujer que me interroga cada dos minutos y se ofende si yo intento hacer lo mismo. Basta de llevar un nombre sin saber o reflexionar si es el que me gusta. Por esas cosas, miro hacia abajo y todo el movimiento de la ciudad me comienza a absorber, y mi corazón sale de mi cuerpo, baja hasta donde caeré y vuelve rápidamente.
Y como todo eso fuera poco, caigo, no puedo gritar ni tampoco siento querer hacerlo. Una sensación de paz me recorre el cuerpo, pero una ansiedad de caer me mantiene inquieto en el aire. Antes de llegar al piso, algo me detiene.
Miro a un costado, y me encuentro en una cama, y en una habitación a oscuras. Me siento, un poco agitado y por inercia prendo la luz. Estaba en mi habitación. Sí, había sido una pesadilla. Veo el despertador y era la hora de desayunar para luego ir a vivir la verdadera pesadilla.
Ahora tenía otra pregunta: ¿Cuál pesadilla es peor, la que tuve como ficcional e inconsciente, o la verdadera y conciente que me tocaba sentirla tangiblemente?.

domingo, 24 de mayo de 2009

Cuenta Cuantos Cuentos

De Walter Carabajal
Alías: Rafael
(cuentos cortos)

CUENTO I

“La eterna sensación de no saber dónde”

El susurro de algunas almas que andaban por ahí, no me dejaron tranquilo. Me encontraba perdido sin saber a dónde ir. Sólo sabía que si me quedaba quieto me iba a pasar algo más terrible si me dirigiese a otro lugar. Si es que puedo decir otro lugar no sabiendo mi ubicación, o aunque sea una sola señal.
Estaba solo, dentro de un monte, donde todo y cada uno de los árboles se encontraba quieto, ni siquiera una sola hoja se movía. Me molestaba desde el sudor que me caía por la frente, hasta el silencio, que siendo como es produce ruido. Y más si estas a punto de entrar en un ataque de miedo y pánico. Aunque nadie sabe si ya estaba en él.
Ni mis pensamientos màs alocados o desestructurados, como fui siempre, me iban a prevenir que me encontraría en una situación así. Mi corazón ya comenzaba a latir al doble. Lo que trataba de entender era, cómo y porqué había llegado a ese lugar, pero ni una neurona quería funcionar. Toda mi energía estaba enfocada en encontrar la manera de salir de allí.
No sabía la hora, pero la luna que estaba ubicada justo arriba mío me decía que eran unos minutos más que las tres de la madrugada. Eso era lo menos que me intranquilizaba.
Entonces tomé todo lo poco de valentía que me quedaba y comencé a caminar, cada paso que hacía era acompañado por un ruido lejano pero a la vez cercano a mi instinto. Luego de caminar mucho tiempo, digamos que como cuarenta minutos. Me rendí, y me senté entre el pasto, y arbustos. Pero seguía en el mismo monte. Como si ése no tuviera principio ni fin.
Como de sorpresa, sentí unos pasos detrás de mí. Y sentí como que alguien se acercaba a pasos muy lentos. Me di vuelta rápidamente y era un hombre. Un sujeto de altura bastante considerable, postura bien elegante, un saco largo. Se acercó más y pude ver sus facciones. Un escalofrío interminable me recorrió todo el cuerpo, una desesperación mezclada con relajación me adormeció la lengua y no me dejó decir ninguna palabra. Mis ojos querían llorar, pero algo en mi interior era como que ya estaba seco.
Me paré lentamente, me acerqué a él y lo miré a los ojos. Eran verdes esmeraldas, y su ojo derecho derramó una lagrima. Ese hombre era mi padre y lo que más me angustiaba era que había dejado nuestro mundo hace quince años.

jueves, 21 de mayo de 2009

Autobiografía – Esteban Ibarra


Los recuerdos se diluyen si los dejamos reposar largo tiempo en algún rincón oscuro de nuestro cerebro. Cómo cubitos de hielo en un vaso de agua. Es que rememorar es un ejercicio que requiere gran esfuerzo mental y concentración, y porqué no, de una pizca de valentía. Valentía para aceptar lo que fuimos y ya no volveremos a ser. Coraje para afrontar los momentos dolorosos del pasado que afanosamente ocultamos detrás de las cortinas del olvido.
Ahora que me siento a escribir, estos recuerdos comienzan a llegar de manera desordenada, tumultuosa, golpeándose unos con otros, arremolinándose en el umbral de la memoria. Entonces lo que recibo son siempre sensaciones, fragmentos, retazos de historia, pequeños detalles que iluminan débilmente el presente; flashes en la oscuridad: una canción de cuna que se apaga de a poquito, la voz suave de mis padres repitiendo mi nombre, la melodía de una cajita de música tocando infinitamente “Para Elisa”, esa bailarina de plástico danzando hasta el cansancio sobre un piso de espejos, una fiebre tenaz que no cesa, la mano tibia de mi madre sobre mi frente ahuyentándola.
Las fechas no importan, pues todo sucede de manera vertiginosa. De qué sirve saber que nací aproximadamente a las 17 horas de un caluroso diciembre del año 1978 y que era domingo. Fui el segundo de tres hermanos y me tomé muy en serio eso de ser el “segundo”. Ya de chico me gustaban los días lluviosos, esa finita tristeza de las gotas de agua; el cielo anaranjado de los atardeceres helados de invierno, las delgadas hojas de la Biblia, el color de las diapositivas observadas a trasluz.
Ayer nomás, todo parecía tan nuevo y brillante. Un regalo sin abrir bajo el arbolito de Navidad, el pastito y el agua para los camellos la noche de reyes, el olor de la Billiken recién comprada, los partidos de fútbol que podían durar días, una amistad a prueba de balas con los chicos del barrio.
Los hechos ahora se vuelven borrosos, difusos, como si los estuviese viendo detrás de un vidrio empañado. Me veo transitando la adolescencia, rabioso ante la nada, ocupando un cuerpo que se me hacía cada vez más ajeno y con esa timidez a flor de piel que intentaba disimular con una máscara de fingida seguridad. Era el tiempo de la secundaria, el uniforme celeste y la corbata de tela azul, el tiempo de los besos con prisa y el sexo urgente, la época del deslumbramiento del primer amor. Y lo que se graba a fuego en el corazón casi nunca registra espacio ni tiempo: dedos femeninos que se entrelazan con los míos, como enredaderas; el ardor ingenuo de mis mejillas tras robarle un beso, su mirada helada atravesándome por última vez. Cuando el silencio se apoderó de todas las cosas. Cuando el silencio tomó de rehén a mi voz. Entonces la soledad que volvía una y otra vez a tocar a mi puerta, esa soledad nunca buscada, pero que irremediablemente terminaba por encontrarme.

De manera despareja, a los tropezones, avanzo hacia una madurez conseguida más por inercia que por voluntad propia. Y todo esto que digo, todo lo que ahora sale a flote, como restos de un naufragio, me empujan hacia arriba y adelante, de alguna manera me modelan y me delimitan. Debo reconocer que soy una suma de acontecimientos pasados; vengo a ser el resultado de las decisiones —buenas o malas— que tomé y los caminos que escogí y que me trajeron a este presente que hoy vivo.
No pretendo hacer un recorrido exacto por los sucesos que marcaron mi existencia, ni tampoco una cronología detallada de los eventos más importantes que tuvieron lugar en mi vida. Esto más bien es un esbozo, el boceto de una autobiografía que se va dibujando de a poco, que se va desenvolviendo mientras la escribo.
Siento que todavía hay páginas en blanco por llenar. Un hilo de frío recorre mi espina. Pienso que es el futuro el que me roza con uno de sus dedos. Me levanto de la silla para estirar las piernas y desechar esta idea absurda. Observo mi brazo y sonrío. Piel de gallina.





Autobiografía de Gabriel Hoyos


“Impulsos Aleatorios”
En ocasiones el sol no es el preludio de un buen día, por eso yo me inspiro de noche para retrotraerme y montarme al desconcierto en cierta medida o tal vez para a embriagar algún sentimiento. No dejan de entrar en la mente como recuerdo minucioso, imágenes infotografiables pero instantáneas de lo vivido. Como la de mis padres, mis abuelos, los hermanos, las reuniones con los amigos y hasta las de los perros de la casa que nos acompañaron y otros que nos siguen acompañando.
Los astros se complotaron para darme a luz un 14 de febrero del 89, en una noche con calor me imagino, propia de los veranos santiagueños, quizá por esa fecha las parejas de novios quedaban hasta mas tarde alargando el día de los enamorados, o como a mi me gusta llamarlo mejor “El día del Amor”; aunque por dentro a veces crea que son meros inventos para vender en los negocios, o para hacernos sentir mal a las personas que no tenemos pareja.
El mayor de cuatro hermanos siempre lleva como una responsabilidad extra, la de ser “el mayor” o como sinónimo de esto la de ser “el ejemplo” en todo caso. Así creo que comenzaron mis años cargando una mochila con expectativas de padres que tenían un hijo por primera vez.
Estos primeros años marcan, dejan una huella, penetran en la personalidad. Yo dejaba que las cosas se resbalen, que el tiempo pase sin hacerme mucho problema. Y entre sueño y sueño a menudo luchaba con la gran timidez que me hacía sombra, que revoloteaba a mi alrededor como custodiándome en cada acción que realizaba.El jardín de infantes me parecía la casa del horror, o un tren fantasma lleno de personajes contrarios y cuando llegaba la hora de volver a las casas, estoy seguro que me adueñaba del alivio. Me costaba un esfuerzo muy grande adaptarme a cosas nuevas. Como en el colegio, creo que hasta hace no mucho me siguió constando entrar en confianza.
Tímido sí pero adicto a los dulces también, no comía ni como cebolla porque no me gusta, no como nada con ajo porque deja aliento desagradable, la coca cola es la mejor bebida y la sigo tomando. Los helados, las pizzas, los alfajores y un sinfín de cosas eran las que me gustaban y para las que no tenía vergüenza en absoluto.
¿Qué se siente ser un ex tímido? ¿Qué se siente haber dejado a tu ex abandonada sin decirle adiós? A decir verdad se siente muy bien, y sobre todo cuando tu ex te hacía mucho mal, te impedía crecer. Ya no soy tímido. Le dejé la puerta abierta y la invité a retirarse.
En los tiempos libres. Ya desde chico se denotaban mis habilidades para el dibujo. Rayaba las paredes por todos lados, habré dibujado patitos que seguían a su mamá pata a los tres años. O más adelante robots tecnológicos creados por mi ingenio. A ver cual es el robot más grande y cual tiene más poderes para vencer a los demás. Más tarde me fascinó el detalle, la pintura y los dibujos más complejos podían pasar por mis manos.
De niño también habré soñado andar en patineta como Bart Simpson, pero nunca pude lograr algo parecido, hasta pedalear la bicicleta sin ruedas a los costados unos años más tarde con la suerte de no haberme caído tanto.
Alguien bien dijo que los amigos son la familia que uno elige, y es verdad en parte, aunque creo que a mis amigos no los elegí, sino que ellos me eligieron a mí. En el barrio, en el colegio y esos primeros años que uno nunca termina de olvidar, formé amigos que hasta el día de hoy en algunas fechas ya sea el día del amigo o como suele pasar en el último año de la secundaria, se los aprecia un poco mas de lo habitual y pensamos que verlos poco o nunca más seria de lo peor.
Sin entrar en detalles lineales o cronológicos, porque hay tantos recuerdos que no acuden a la memoria con fluidez, creo que lo más importante de todo esto es rescatar lo esencial de cada cosa, creo que lo principal es reconocer lo bueno sin hacer mucho hincapié en lo negativo por lo que todos pasamos. Yo soy un afortunado, no hay muchas cosas negativas para contar, más que dolores intensos de cabeza por distintas razones que pasan de una vez y para siempre. Tan solo recurrir a una aspirina como opción para calmar la pesadumbre momentánea.
La música ayuda mucho, fue y es mi cable a tierra sin dudas. Pensaba que ese descubrimiento devenido en adicción a la música me iba a exterminar. Querer cuanto antes volver a casa para escuchar una canción que tenia dando vueltas en mi cabeza, cantar mientras se podía y tenía ganas, y hasta asociarlas con letras o canciones a cada chica que me gustaba.“Aflójate, sonríe fugazMi cuerpo astral tomará tu ser.
Incierta pasión nace en mi almaPresintiendo un oyente ideal.
Prolongaré mi sonido azulPor los parlantes te iré a buscar” Es el remedio infalible para un espasmo, un zumbido, vidrios rotos de mis nervios y de mi oido, que se revelaban muchas veces, en mi ansiedad y el pensamiento. Son meros juegos de mente con una sensacion de vértigo incluida.
Casi sin querer y casi sin pensar demasido ya me egresaba del secuandario, y el idealismo me llevo a estudiar abogacia y todo lo que eso implica: “estudiar abogacia”. Me costó dos años de mi vida darme cuenta, que estudiar derecho no correspondía con mi persona. Que no satisfacía mis ideales, mis aspiraciones personales y hasta me di cuenta que mi moral corría riesgo de ser atentada.
Yo no pretendo mucho, no exijo más de lo que las personas pueden dar, me mantengo con normas de conducta fijas que son la honestidad y el respeto para una buena convivencia y la justicia como frutilla de postre que enarbola un sentimiento a satisfacer.
Me gustaría no andar tanto a media maquina, y dejar de pensar un poco para hacer más como meta a corto plazo. Hoy tengo 20 años y estudio comunicación social. Ahora me gusta el invierno un poco más que el verano y el gris de las calles y los edificios y las casas. Disfruto de ver personas que caminan solas. Me imagino sus historias. Disfruto de caminar solo con las manos en los bolsillos, bien abrigado al atardecer, casi de noche.
Algo tan simple como emitir, en cada esquina antes de cruzar la calle, una bocanada de aire caliente en medio de tanto frío, que nos araña el alma con tantos desintereses y desencuentros.No resulta escapar de mí si huyo en la misma dirección. Necesito pensar en mi mundo y estoy seguro que mi historia personal mañana tendrá otro nombre. Y que también se me va a ocurrir alguna otra idea que supere a la anterior.

lunes, 18 de mayo de 2009

MURIO MARIO BENEDETTI



SIEMPRE LO RECORDAREMOS
Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay. Fue hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farugia, quienes lo bautizaron con cinco nombres, siguiendo sus costumbres italianas.
Residió en Paso de los Toros junto a su familia durante sus primeros dos años de edad, para luego trasladarse con ellos a Tacuarembó por asuntos de negocios. Luego de una fallida estadía en ese sitio (donde fueron víctimas de una estafa[2] ), la familia se trasladó a Montevideo, cuando Mario Benedetti tenía cuatro años de edad. En 1928 inicia sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo, de donde es retirado en 1933. En consecuencia, ingresa al Liceo Miranda por un año. En 1934 hace ingreso a la Escuela Raumsólica de Logosofía. Sus estudios secundarios los realizó de manera incompleta en 1935, en el Liceo Miranda, para continuar de manera libre, por problemas económicos. Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S.A., repuestos para automóviles.
Entre 1938 a 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires, Argentina.

domingo, 17 de mayo de 2009

BIENVENIDOS A LOS ALUMNOS DEL INGRESO 2009

Hola a todos ustedes, este año estaremos a cargo de la materia, la Profesora Romina Pereyra y quien escribe, Fernanda Raschi, esperamos compartir muchas experiencias juntos, tanto en las clases como aqui, nuestro lugar de encuentro.